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Atusparia, o de mi corazón Latinoamericano roto

Actualizado: 18 jun

GabrieIa Wiener lo ha vuelto a hacer: romperme el corazón con cosas que no sabía que me podían romper el corazón. Hace unas semanas V me dijo que piensa que Gabriela escribe desde y para la eterna tusa y creo que tiene toda la razón: Gabriela tiene ese don precioso entre las manos de poner en palabras ese estado humano en el que el dolor ya no es intenso pero sí profundo y constante.


Necesitamos más historias en las que la lucha política (o el fracaso político, más bien) pueda sentirse como un abrazo colectivo. Qué tiempos para escribir y leer sobre el dolor político, sobre la frustración, sobre la desesperanza de que el mundo pueda ser un lugar mejor y, particularmente, sobre ese dolorcito profundo y extraño (inexplicable, ora imperceptible, ora enorme como un elefante) que significa la latinoamericanidad. Pero además, que atinada Gabriela con este libro en estos tiempos en los que el mundo entero parece al borde del colapso y en el que los líderes en los que hemos creído se desploman a pedazos, por unas u otras razones.


Leer Atusparia es recordar que hay una forma de estar en el mundo que implica perder siempre, pero seguir creyendo. En esta lectura volví a darme cuenta de que ser parte del bando equivocado de la historia—el que no gana elecciones, el que se desbarata en el albor del poder, el que no sale en los libros, el que se diluye entre huelgas, exilios y aulas de colegio—es también una forma de ternura, de amor político, de memoria viva y colectiva. Hay una belleza feroz en seguir apostando por la justicia cuando todo alrededor se vuelve añicos. Y ahí estamos, rotos pero enteros, llorando de pie mientras la historia avanza sin nosotros, como si no le importáramos. Pero nos tenemos. Y nos escribimos. Y nos narramos. Y eso, a veces, alcanza.


Y es que de eso se trata Atusparia, de la vida y camino de una mujer que pudo haber sido invisible, pero que por visible se le echó encima la narrativa ineludible de los líderes que creímos que iban a cambiar el mundo. Entre el ajedrez, el colegio, el sexo, las drogas y el "encierro" en medio de la selva amazónica; entre enamorarse del personaje y luego odiarla profundamente, hasta volver a caer en sus redes; esta historia parece la historia de tantas figuras que han sido pilares de las pasiones y la nostalgia política de nuestras tierras, esas personas que nos hicieron creer que América Latina podía (¿o puede? yo sigo creyendo) ser poderosa, grandiosa, infinita.


PD: Me quedé con muchas ganas de leer más sobre el Atusparia, el colegio. Que ganas de saber más sobre cómo se pasaban los días entre el socialismo y la vida cargada de tradiciones y míticas historias peruanas, andinas. Pura nostalgia, nomás. 


Más allá de Atusparia:


  • En el libro se menciona un par de veces a Anna Ajmátova, poeta rusa de principios del siglo XX y una de las voces más poderosas de la literatura rusa, marcada por la introspección y la resistencia en tiempos de represión. Atusparia la lee y se inspira en ella en los primeros años de su adolescencia. Me hizo feliz encontrármela entre las páginas.

    En mi caso, recuerdo que llegué a Ajmátova una día, en medio de una librería, porque me llamó la portada de este libro. Hice un poquito de biblomancia y me enamoré. Así que les dejo una foto de la portada y un poema de ella, para que se antojen.


  • Aparece otro escritor a lo largo de toda la novela que se llama Manuel Scorza, me muero de ganas de leerlo, pero parece que en Colombia está difícil conseguirlo. Si alguien sabe donde leerlo (sí, ya sé que en Internet) agradecería información.


Y bueno, que se nos vuelva costumbre leer fragmentitos para antojarnos. Acá van algunos de Atusparia:



Al cierre del libro, Gabriela nos deja una playlist para escuchar mientras se lee, o después, mientras se llora.


La dejo acá para que se acompañen:



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